jueves, 31 de diciembre de 2015

Feliz año, feliz tú

Para este año que llega te deseo varias cosas...




Engánchate a una serie nueva, a una canción que te haga saltar, y no te pierdas ni una peli española los viernes al acostarte.

Espero que sigas teniendo algún reencuentro que te haga sentir bien, y que le recuerdes al seguir pasando por allí.

Conoce a alguien de nuevo, y que quien te decepcione no te haga llorar. 

Que tengas algo por lo que arriesgar, que puedas viajar, sin parar, y seguir conociendo lugares maravillosos.

Que disfrutes de la gente que te quiere y no pierdas el tiempo con quien se nota que no te valora.

Ríe, con ganas, sin pausa, hasta tener agujetas al día siguiente. Tú lo hacías y se te daba muy bien. Ríete hasta de ti con tus amigos, que los tienes.

No dudes tanto y decídete.

Besa, abraza, baila... y ¡patina! Que sobre ruedas todo se lleva mejor.

Prueba cosas nuevas.

Sube a los lugares más altos, desde arriba todo se ve más fácil.

Escucha música que te motive mientras te duchas, mientras vas al trabajo... y ¡canta! Porque absolutamente nadie lo hace como tú, de mal digo.

Cuando la historia no te guste, coge el boli y cámbiala, y a los días grises ponle ese azul que tú conoces para que así sea un año en el que por fin vuelvas a brillar.

Feliz año ❤


jueves, 10 de diciembre de 2015

La frase de mi 'amarillo'

Cuando estaba con mi padre esperando en el pasillo de ese hospital tan frío, pasó un señor mayor. Creo recordar que era cura, por el cuello blanco que me pareció ver sobre su garganta. No le conocía de nada pero vino directo a mí. Se paró y me dijo mirándome a los ojos:
"La alegría mueve el mundo, hay que estar felices, pase lo que pase".
Miré a mi padre sin saber muy bien por qué, sin apenas presentarse, ese señor me había dedicado esas palabras. Sin más, se fue.

Mientras tanto, él seguía dentro del que sería ya su último hospital. Llevaba varios años pasando de uno a otro, y su cuerpo cada vez ocupaba menos en la cama.

Estuvo acompañado, eso sí. Cuando estás en un hospital, la gente no para de hacerte visitas. Un día vino un viejo compañero de un taller, que hacía años que no veía, pero al enterarse de que no estaba en su mejor momento decidió visitarle. Me contó varias anécdotas de cómo era mi abuelo de joven, y del carácter que tenía...

Pero, ¿dónde dejó el carácter? Había perdido tanta fuerza que yo creo que lo abandonó por el camino. Cuando íbamos a verle se veía de lejos su sonrisa, y no paraba de recordarme que tenía que tener cuidado con los caramelos que me diese la gente, que sólo aceptase los que me daba él... Daba igual que ya hubiese yo crecido...

Un día, mientras paseábamos con él, me dijo que sacara un medicamento de su bolsa. Al buscarlo, vi una pequeña libreta y un lápiz, y cuando se despistó no pude evitar echar un vistazo a esas páginas. Cuando era pequeña e iba a su casa, le veía en el salón y me enseñaba cómo había aprendido a escribir. Así que, recordando lo que me había explicado varias veces, me dispuse a abrirla. Números, dibujos... y tres páginas en las que, como si de un cuadernillo de caligrafía se tratara, repetía una y otra vez, por orden de nacimiento, el nombre de cada uno de sus nietos.

Me pregunto qué pensaría al escribir cada uno de nuestros nombres. Se veía cómo en cada letra se había esmerado cada vez más, por si alguien alguna vez lo leía...

Y hoy me he acordado de todo ello, es verdad que "la alegría mueve el mundo", he sonreído al pensarlo y creo que hay que vivir, vivir para que un viejo amigo necesite verte por última vez, para conocer a tus siguientes generaciones, para enseñar, y para aprender que, como me dijo aquel 'amarillo*', "hay que ser felices, pase lo que pase".


Mar Sánchez- pinterest

*Según Albert Espinosa 'amarillo' es "la palabra que define a esa gente que cambia tu vida (mucho o poco) y que quizá vuelvas o no vuelvas a ver".