jueves, 11 de junio de 2015

La bici del taxista

Salía de hacer unas entrevistas en un teatro y de vuelta al trabajo me metí en un taxi.

Supongo que al entrar en un taxi el mundo te hace elegir entre ser de las personas que dan conversación al conductor, o de las que prefieren mirar por la ventanilla. Yo escogí la primera.

Iba dispuesta a fumar su tabaco, escuchar a Malú y oler a mandarinas, pero no... Se respiraba menta y era, como se dice ahora, un espacio sin humo. De fondo Cadena Cien: "Uf, ¡cambio! Cuando escucho a Melendi tengo que cambiar... Ahora se pasa el día llorando". Europa FM. "Así mejor".

No era mayor, pronto me dijo que acababa de cumplir los 38. El pendiente que llevaba en la oreja derecha me hizo pensar que no quería despegarse de su juventud.

Ya con Chandelier de BSO, empecé a entablar una conversación con él. Era de Móstoles: "No sé si lo conoces, pero yo era de El Soto. Cuando era joven y decía cuál era mi barrio todos me imaginaban entre gitanillos". Me contó que su hijo tenía dos años y que todas las horas en el coche le valían la pena cuando al llegar a casa él le recibía con una sonrisa: "Hay veces que le pillo ya cenado, con un ojo medio cerrado, pero siempre se pone contento cuando me ve".

Estuvo un tiempo en paro y tras pasar meses y meses sin dinero suficiente para vivir decidió hacerse taxista. De ahí nuestra coincidencia. Su nuevo trabajo le había hecho engordar 10 kilos. Me juraba y perjuraba lo imposible que veía despedirse de ellos ( los kilos) para siempre. Pero veía un poquito de luz: "Yo siempre pienso que me va a tocar la lotería. Cualquiera que se lo imagina piensa en comprarse el cochazo de su vida. ¿Sabes lo que haría yo? Comprarme una bici".

Sólo fueron 15 minutos de trayecto pero él estaba feliz: "Eres la primera persona que dura más de cinco minutos dentro del taxi. Me viene genial de pasta este viaje. Con esto y con la recogida de mañana a una señora a la que llevo todos los martes al hospital le voy a hacer a mi niño un regalo por su cumple".

No sé, me daba la sensación de conocerle de siempre, era un tipo normal al que últimamente la vida no le había sonreído... Afectado por la crisis, como otros tantos, pero un tipo normal, que creo que es lo que más te hace pensar... Alguien que ha tenido que adaptarse a otra forma de vida y ha sonreído al empezar el cambio. Dicen que así es como se lleva todo mejor.

Cuando ya estaba llegando al trabajo me dijo que todo en la vida tenía solución, que lo único que hay que hacer es "no cegarse".

Yo, que pensaba que había aprendido mil cosas grabando entrevistas en un teatro, y resulta que el súmmum del aprendizaje que dicen que se obtiene a diario lo recibí en ese coche blanco.

Antes de salir a recoger todos los bártulos que había dejado en el maletero, me cambió bruscamente de tema: "Bueno qué... ¿Se nos casa la Pedroche?".